
La literatura erótica nos gusta porque nos hace volar. Vivir con los pies pegados a la tierra está muy bien, pero llega un momento en el que es necesario despegar, dejarse llevar y orbitar si hace falta, hasta que ya no podamos más y tengamos que regresar.
En la vida sexual, como en todo, la rutina y el aburrimiento empiezan a tomar posiciones firmes y se van haciendo con el terreno. A menos que lo impidamos.