FLORECEMOS COMO MUJERES

 

Últimamente estamos asistiendo al florecimiento de todo lo que a la mujer la identifica como tal. Estamos en una época en la que la mujer está tomando las riendas de su propia vida y se hace dueña de sus sensaciones y placeres.

Además, se está generando una nueva filosofía en la que se empodera a la mujer y le otorga todo aquello que le pertenece.

Vivimos  una nueva manera de entender procesos básicos y primarios de la mujer como es la menstruación, la gestación y el parto.

Cuando yo era pequeña, el hecho de que te viniera la regla, era una verdadera mala suerte, sobre todo si te venía a los 11 años. Entonces, te querías morir. Tu madre te dice: “ay, que ya tenemos una mujercita en casa” y tú dices, de qué está hablando!, i yo quiero seguir jugando con mis muñecas!

Desde ese momento, la regla es un coñazo (aquí, es apropiado el adjetivo). Duele, mancha y encima te cambia el humor. Pero, ¿quién quiere tener eso? Y además, te advierten que tienes que tener cuidado cuando estés con los chicos, porque te puedes quedar embarazada. Es todo un premio.

Y así, te encuentras tú durante 25 años pensando que la regla es un rollo, que te viene cuando tienes que hacer algo importante, que duele a rabiar y que algunas veces cuando te viene lo pasas tan mal que preferirías haber nacido hombre.

En cambio ahora, entramos en una época diferente. En esta etapa la mujer se está reencontrando con su yo más íntimo y se está ensalzando y valorando todo aquello que siempre hemos pensado que era un coñazo en el hecho de ser mujer.

Esta nueva corriente nos enseña que la sangre de nuestra regla no es asquerosa, no es sucia, no es mala, si no todo lo contrario. Forma parte de nosotras mismas y tenemos que integrarla como parte importante de nuestras vidas. Esa sangre es el principio y el final de todo. Es la sangre que nos hace ser seres realmente especiales.

Además, reivindicamos nuestra menstruación y la cuidamos con otras formas diferentes como la copa menstrual y no con tampones o compresas que empapan la sangre y la menosprecian. La copa menstrual la recoge para que seamos conscientes de que es un proceso es natural. No se esconde, se enmascara o se camufla. Es un proceso de vida.

25 años, pensando que todas las cosas que diferencian a una mujer de un hombre son simplemente una desgracia, dejan su huella. Y ahora tenemos que hacer un ejercicio mental, de introspección, de contacto con lo más íntimo de nosotras y recuperar eso que en realidad nos han quitado. Y que hemos dejado que lo hagan.

Los procesos naturales de la mujer son los más bonitos, aprendamos a quererlos. De ese modo también nos querremos más a nosotras mismas. Si apreciamos nuestros procesos, apreciaremos nuestro cuerpo.

Quizá el tren llega un poco tarde, pero siempre hay tiempo para recuperar nuestra propia esencia. Además, de este modo, podremos enseñar a las generaciones posteriores: a nuestras hijas y nietas que SER MUJER ES UN VALOR y que nadie tiene el derecho de menospreciar y minusvalorar todo lo que dentro de nosotras ocurre.

 

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